Hoy es uno de esos días en los que pides al cielo que no te lleve,
Uno de esos dias de tormenta en que los rayos y los truenos amenazan con alcanzarte y acabar contigo,
Una de esas tardes que el día anterior te habías enterado de que un breve algo bueno iba a pasarte e ibas en el coche por la carretera mojada rezando porque la destreza e tu padre te salvara del desastre una vez más, que no hubiera un imprevisto.
Ella iba cantando como siempre al son de la musica del iPod como siempre hacía en los largos trayectos en coche.
Volvia del puente, de visitar a sus parientes, a tres horas de viaje de su casa.
Entonces, a mitad de camino la angustia comenzó.
Un rayo tras otro iluminaban el cielo con furia mientras las gotas de agua tronaban en el techo y las ventanas del coche a mayor volumen que la musica del iPod.
Por supuesto, tener uno de los cascos estropeados no ayudaba demasiado.
[...]
Y ahora esos truenos la atemorizaban. No de la forma que tenia que taparse los oidos y esconderse en si mima agarrandose las rodillas (no era una fobia ni mucho menos) sino que le hacían temer por su vida y por los demas pasajeros del coche.
Recordaba las noticias de la televisión en las que salían coches destrozado y aununciaban fríamente el número de personas muertas o heridas y normalmente los datos no eran muy favorables.
Ella sabía lo que era perder a alguien.
Le perdió dos años atrás y aún lloraba a veces por las noches.
[...]
El estaba enfermo y ya simplemente por pereza, ella había veces que ni siquiera le saludaba.
El fin de semana antes de que él se fuera ella no lo había dicho adiós.
Y aun, después de dos años, se sentia culpable.
Culpable.
Estupida.
Sucia por dentro.
[...]
Estos días la inspiraban la inspiraban para escribir.
Escribia sobre princesas suicidas y héroes drogadictos.
Sobre desastres reales y mortales.
Ella era fuerte y optimista: no sabía de donde salían esas ideas tan macabras, esos pensamientos tan llenos de rencor y amargura, de dolor y sangre.
6 dic 2010